Alfred no puede
evitarlo: una vez empieza a caminar por el oblongo y oscuro túnel, al otear la
luz blanca y relumbrosa que se asoma en el fondo, hace el encuadre con
sus manos, tocando sus pulgares de cocinero gordo por la punta de las falanges,
y manteniendo erectos y juntos el resto de sus dedos, con las palmas
equidistantes, y puestas hacia el frente. Se imagina la cámara Panavision
haciendo este mismo recorrido lento y azaroso hacia no se sabe dónde, en un
travelín perfecto preñado de intriga y suspenso.
Cuando ve las
cosas acomodadas en el plató y a cada cual también en su lugar,
listos para filmar, da la orden:
— ¡Action!—manda,
con su voz gangosa y su inglés de caballero londinense, y entonces
el camarógrafo empieza a rodar.
La muerte que no estaba programada para
ser filmada hoy, adoptando la forma de un pájaro oscuro y amenazante que
revolotea ruidoso, entra en la escena de ese sueño del cual Hitchcock no se va
a despertar.
Jorge Lineya
Toda historia, llega a su fin. Nada es para siempre, ni lo bueno, ni lo malo...afortunadamente.
ResponderEliminarExacto Vanessa.
ResponderEliminar