DUPMNALD
Tiene el nombre del más
ilustre e inveterado pato del cine animado del mundo, y al igual que éste dice barrumbadas
y hace baladronadas de comedia y también tiene como sus acérrimos rivales a los
chicos malos: “Chicos Malos” y “Buenos Tipos” es la clasificación personal de
sus enemigos y de sus amigos. A los primeros pertenecen todos aquellos que no
son de su agrado, como los inmigrantes ilegales, los comunistas y los gobiernos
que no quieren verlo llegar ni de visita a sus predios, y a los segundos corresponden
todos aquellos que reciben un “like” digno de Facebook, de su mano derecha que
ahora es más poderosa y larga que nunca. Con los Chicos Malos quiere acabar de
una buena vez para librar de todo mal y peligro a Patolandia y al resto del
planeta, realizando de manera más efectiva y contundente, el mismo trabajo que
la oración del Padre Nuestro le encomienda a Dios en su antiquísimo texto.
Sin embargo, a diferencia del
locuaz y vilordo pato de caricatura, él es multimillonario y multipropietario en
su fastuoso País de Las Maravillas, donde el muro que él más admira, frecuenta
y venera, le da nombre a una poderosa y
céntrica calle de New York: Wall Street.
Donald Trump gobierna ahora la
única nación que aún se define y se representa con escuetas siglas ante el
mundo (USA, EEUU) y está más cerca de ser el Tío Rico de la historieta de
Disney o del juego de Monopolio, que un simple palmípedo pobretón de comic. Es
el ave con las mejores plumas en ese roído estanque que es el Mundo
Desarrollado de este incipiente siglo, donde él comienza a reinar como un cisne
imperial y pendenciero, haciendo gala de su alharaca de señor y dueño del
lugar. No puede haber la más mínima duda sobre quien manda y medra aquí.
El omnipotente Donald ordena ,con
su autoritaria voz de faraón moderno del
Primer Mundo, cerrar puertas, construir muros, edificar murallas ,levantar
cercos que blinden su territorio en sus
vastas fronteras, contra las hordas indeseables de refugiados y desarraigados
del Tercer Mundo, quienes huyendo de la
pobreza ,la guerra y la muerte en sus países de origen, buscan por cielo, mar y
tierra llegar a su Wonderland para empezar a ser felices ahí, o por lo menos
para no morirse de hambre, miseria y olvido en sus patrias sin futuro.
Los cerrojos de papel
debidamente firmados, las cerraduras de tinta debidamente selladas y los
bastiones de cemento y concreto debidamente edificados ,son la fórmula perfecta
que Donald tiene para evitar que su país de ensueño se convierta en una
pesadilla apocalíptica, al recibir la invasión descontrolada de indocumentados,
pobres, refugiados, desempleados, narcotraficantes y terroristas y una larga
lista de gente de mala ley que, según él, vienen mezclados en esa montonera y ponen
en peligro la paz interna de su idílico paraíso terrenal capitalista.
Con un amoroso y patriótico fervor, declara que a los únicos
extranjeros a quienes les permitirá de buena gana pasar y pisar su suelo
americano, es a los ejércitos sí, pero de inversionistas; a las multitudes sí,
pero de trabajadores calificados, profesionales especializados y turistas
adinerados; a los millones sí, pero de
empresarios que traigan su riqueza al país y en general, remarca Donald, su política de puertas
abiertas apunta a beneficiar a todos
aquellos que le aporten mano de obra óptima,
copiosas divisas, numerosas inversiones y buen dinero líquido a la
economía más fuerte del mundo. En la
misma lista de beneficiarios incluye, cómo no, a las empresas connacionales que
se hallan en el exterior, instándolas a que regresen con sus industrias
a América (particularmente la industria automotriz, cuyas plantas de producción
son grandes generadoras de empleo). El resto de desafortunados bien se puede
quedar en sus casitas, sufriendo los mórbidos embates del surdesarrollo
y el subdesarrollo.
Y cuando dice América no se
refiere al vasto, diverso, multiétnico y multicultural continente rodeado por
dos ingentes océanos desde sus litorales hasta los territorios insulares mar
adentro. Continente éste que muchos habitamos. No. Cuando él dice América se
refiere a la patria del Capitán América que es la suya. América para los americanos,
propone: América de nuevo grande poderosa, respetada y temida, es el lema que
repite con una persistencia de cacatúa vieja, mordaz y resabiada, luciendo,
cual corona, su mayestático copete de pelo rojizo que parece más bien un
peluquín ridículo, aunque primorosamente peinado para enaltecerlo a fuerza de disimularlo.
Este Donald es un provocador de siete suelas que con cada documento que firma y con cada llamada telefónica que hace en su recién estrenado cargo de Presidente, hace un espectáculo mediático. Desde su gran escritorio busca pleito, caza camorra con propios y extraños, despotricando y amenazando a quien se le da la gana como se le viene en gana. Actúa siempre asegurándose de que existan cámaras y micrófonos cerca y apuntando hacia él, porque un espectáculo sin público no es un espectáculo sino un ensayo y él no está para conatos de principiante. Los medios de prensa registran con morboso sensacionalismo las apariciones de este Donald: sus frases sus gestos, sus poses, sus actitudes; todo lo que él produce para el consumo inmediato de una audiencia masiva, ávida de actos deslumbrantes propios de ese circo posmoderno que es la política de nuestros días.
No quiere pasar de incógnito
Donald y para evitarlo hará lo necesario: emitirá una advertencia, proferirá
una amenaza o prometerá una guerra retaliadora, buscando mantener atenta e
interesada a su anónima pero multitudinaria audiencia.
— “Donald está aquí, chicos. Y
no se irá pronto.”
Eso es lo que quiere decir,
ese es el mensaje que quiere precisar y dejar claro para que cale y retumbe en
la conciencia de sus espectadores en el mundo entero. Quiere llamar la
atención suscitando la tensión y lo logra, el gran ¡Dum!…¡Dumm!…
¡Dumpnald!
Nace otra estrella del show
político.
¡Aplausos!¡Qué viva el show!
Jorge Lineya.
Santiago de Cali, junio 13 de
2017.