A la seis estoy yo,
tendido sobre
el breve territorio de las
sabanas,
reasumiéndome en el gesto
de un
boxeador derrotado, de
cara a
la blandura de la liza;
babeándola,
besándola, sintiendo ese
amargo en la
boca de la primera hora de
la vigilia.
Tu amor me lo sirves con
el café y
el pan ,después del baño, y
me lo pongo
con la ropa planchada de
todos los días,
a las siete
(antes del trabajo);
y lo habito en cada rincón
de la casa,
por donde tus manos vuelan
como
palomas negras,
llenando cada rincón con
tu presencia.
Cuando el reloj no aprieta,
te digo lo mucho que te
quiero,
y te doy las gracias.
Tu amor (todos los días),
rebasa la noche del fuego
de los cuerpos y de la
ceniza viva
del deseo:
tu amor esta tibio en la
taza
y vivo en el beso de
la despedida.
(Jorge Lineya, Santiago de
Cali, 1991)
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