La
corriente de agua que anegaba las calles del barrio (cargada de un olor salobre
y de impensadas criaturas marinas), había alarmado a los vecinos y transeúntes,
quienes lo más cerca que estaban del océano,
era en el acuario del zoológico local. En ese mundo de asfalto y de cemento las
medusas, las anémonas, los pececitos de colores; las algas, las ramitas
de coral y los hipocampos, no tenían lugar ni modo de existir, así que si el
mar se les estaba calando no
había duda de que había llegado el día del apocalipsis.
No faltaron quienes salieron a
hincarse sobre las aceras a rezar y a pedir perdón por cada uno de sus pecados,
confesando lo que no debían, ante quien menos les convenía: los reclamos
y las discusiones familiares no se hicieron esperar y hasta peleas de
novios y separaciones maritales, se dieron inopinadamente. Algunas de esas
trifulcas concluyeron inclusive con lluvia de ropa, y cosas ajenas
cayendo desde las ventanas de los pisos, para ensuciarse o para romperse impunemente
sobre los andenes.
Cuando llegaron los bomberos, junto con la
policía, impusieron la calma y el orden y perifonearon solicitando la
evacuación inmediata de los edificios cercanos, mientras investigaban el origen
del caos. Luego aislaron el área con amplios cordones de seguridad, trazados
por cintas plásticas que no dejaban entrar a nadie que no luciera uniforme, e
identificación con placa oficial.
Avanzando en contravía del
cauce, los bomberos empezaron a seguir el rastro del agua hasta encontrar una
torre de apartamentos cuya entrada principal estaba abriéndose, empujada por el
raudal que salía desde el fondo, con una intensidad que no parecía estar dispuesta
a cesar. Después que entraron, se dieron cuenta que el desastre se derramaba
por las escaleras del segundo piso y subieron a buscar su fuente de
inmediato: las estrellas y las babosas de mar tapizaban los
escalones, así que ascender fue un ejercicio lento y cuidadoso.
Una vez
llegaron, buscando puerta por puerta encontraron sólo una desvencijada: el
quicio de donde se sostenía era una estrecha hendija por la que se desaguaba un
mundo y por ella entraron. Un paisaje de papeles, libros, retratos
familiares, aparatos eléctricos y muebles, los sorprendió del otro lado,
flotando entre muchos otros trastos que parecían (en su abandono), los
despojos de un día de naufragio. El rumor de una emanación brusca y
entrecortada de líquido, cayendo sobre más líquido los alertó: la señal
llegaba clara desde uno de los dormitorios.
Dejándose
llevar por el hilo sonoro de ese murmullo, encontraron la poterna que lo
guardaba. A la orden del comandante los hombres descargaron una andanada de
hachazos cuidadosamente sincronizados, con los cuales abrieron
rápidamente un boquete: como si hubieran estado esperando su libertad, litros
de agua salieron estrepitosamente del lugar en un chorro fuerte y grueso que
derribó a unos, y obligó a otros a sostenerse de las barandas de seguridad del
piso. Los menos afortunados rodaron hasta el desván, ilesos.
Sólo
quienes quedaron en pie tuvieron el tiempo y los ojos para asombrarse del
descubrimiento. Sobre una enorme cama de metal plateado, tendida sobre sábanas
de seda azul marina, desnuda y con una mirada extática clavada en
el cielo raso de su cuarto (y con su mano derecha aún acariciando la flor de su
clítoris, mientras de su sexo brotaba incontenible una portentosa catarata de
fluidos acuosos), estaba una mujer disfrutando aún de las intimas humedades de
su orgasmo solitario.
(Jorge Lineya,Santiago de
Cali 2007)
Sé que "Apocalipsis" es el nombre de un libro de la Biblia , conocido entre los cristianos como el de "Las Revelaciones". Lo uso como sustantivo común y no propio, por la sencilla razón de que para los no-cristianos y los mismos creyentes APOCALIPSIS significa "DÍA DEL JUICIO FINAL Y/O FIN DEL MUNDO." Hasta Francis Ford Coppola hizo una película llamada "APOCALYPSE NOW ",usando el concepto como sustantivo común.
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