Yo soy la voz del fuego, la
enajenable voz.
No me conmueve la pasión
de un ruego,
arde música de sones
profundos en mi voz.
Yo soy la voz, la del
oscuro origen,
la voz con el destino del
incendio.
Lenguas de inquieta luz en mí se
erigen,
lamiendo la penumbra del
misterio.
En mí conspira encendida
la ceniza,
bendigo al barro de noble
corazón.
Me enciendo con el beso de
la brisa,
soy quien subleva a la
piedra y al carbón.
Yo soy la voz que funde la
melaza
para embeber de dulzura su sabor.
Mi acento a los olvidos
amenaza.
Soy quien desnuda el filo
del dolor.
Me bebo ardiente el alma del acero,
cabalgo airoso el cuero
del tambor.
De voces antiguas arde en
mí un venero,
me enciende el odio menos
que el amor.
En mí la noche se viste de
agonía.
Mis fauces muerden las
entrañas de la tierra:
sobre mi vientre se
incinera el día.
Yo soy el heredero de la
guerra.
Yo soy la voz del indio y
el mandinga.
De un nuevo Prometeo soy
la voz.
Yo soy el aire que excita
a la siringa.
De un pueblo atormentado
soy la voz.
A mí regresa agotada la
palabra
en mí renace preñada de
canción.
Yo soy la voz del fuego.
La enajenable voz.
Jorge Lineya,Santiago de Cali
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