A Lezka
A mí me gustan las personas como tú
que aún miran a los ojos
a los otros, con la luz de
los suyos, para
iluminarlos,
mientras les dicen en
silencio
los “te quiero”,
los “que hubo”,
los “como estás”,
los” delicioso verte”,
los “me importas”
de siempre, con la callada
voz del alma,
como sólo lo saben hacer
las
personas como tú.
A mí me mueven las
personas como tú
que cuando dicen “amigo”(o
“cariño”,
o “mi vida”, o “mi amor”),
saben lo que
dicen, y lo dicen
precisamente
porque
lo saben, y entonces
no se puede pasar
por su lado ni por su
vida, sin
sentirse uno, de
alguna manera
millonario, por tenerlas
en su cuenta personal
como
ganancias,
con opción de sobregiro,
y en constante superávit,
y sin ningún riesgo
futuro de
andar deficitario;
porque las personas como
tú,
están hechas de
ese oro del que no saben
los bancos
pero que agradecen y
necesitan
(tanto como
la sangre), todos
los buenos corazones de
esta tierra.
A mí me llenan las personas como tú
que siempre están dispuestas a darse plenas
de una sola manera y sin dobleces,
sin entregas a medias ni falseadas, y
sin guardarse nada
que alguien esté necesitando
con urgencia, porque
las personas como tú, saben ser
un regalo en permanente entrega,
esperando quien extienda sus
manos abiertas, para
recibirlo sin avaricia, ni soberbia,
que es como les gusta ser
tenidas, a personas como tú.
A mí me fascinan las personas como tú:
tan genuinas, tan ellas, tan irrepetibles
que no va encontrar uno quien se les parezca,
ni a la vuelta de una esquina,
ni a la vuelta de unos años,
y en cambio,
si va a estar uno deseando
encontrarse a personas
como tú,
siempre a la vuelta de una esquina
y siempre
a la vuelta de unos años,
sólo para saber que la vida
no se vivió en vano si en ella conocimos, a personas como tú.
A mí me incitan las personas como
tú,
que como una bandera en oriflama
ondean siempre
(alto en el asta
y con el viento a favor, o contra él)
el carácter suficiente y bien apuntalado,
para decir lo que piensan,
y la prudencia
de sobra para pensar lo que dicen,
y cuando eso sucede,
un segundo después,
el mundo ya está mejor de como estaba,
gracias a
personas como tú.
A mí me encienden las personas como
tú
que cuando sonríen (y hasta cuando ríen) lo
hacen con el alma, con un fuego
de incendio que todo lo contagia
y todo lo traspasa, y a todos nos dan
ganas de reír (y aún de sonreír),
así como lo hacen personas como tú.
A mí me inspiran las personas como tú
que saben ser de muchos,
que saben ser de muchos,
que saben ser de todos,
que saben ser ellas y saben
ser de nadie,
y que le hacen sentir a cada quien,
que igual que el sol de nuestra órbita
terrestre,
estarán siempre ahí
para nosotros aunque
la noche
llegue, aunque la tarde pase
aunque un eclipse nos borre,
como un sueño
la luz y
nos trague la sombra en la deshora.
Porque son personas como tú
las que saben quedarse a estar ahí,
inamovibles,
para llegarnos luego sin esperar
a ser llamadas,
después de cuanta cosa pase,
o deje de pasar.
Y yo que a veces aborrezco este
mundo y lo juzgo y lo condeno
por su sarta de infamias;
por la sed de sus guerras,
por el hambre sin fin
de sus tiranos y de sus imperios,
por su basura ilustre y aplaudida,
por sus afanes y su mierda;
a veces cuando lo admiro y
me parece bello
(aunque imperfecto),
y lo encuentro hasta poético
y salvable, es cuando veo brillando
como estrellas
y caminando como lo hace la gente
con sus pasos,
aquí a nuestro lado,
a personas como tú.
Pero lo mejor de cuanto he dicho
es que ni Homero ni Horacio,
ni Virgilio ni Lucrecio; ni Dante ni Petrarca;
ni Quevedo ni Góngora;
ni Shelley ni Bécquer;
ni Danunnzzio ni Darío;
ni Valery ni Rimbaud
ni Lorca ni Machado;
ni Neruda ni Whitman;
ni Silva ni Barbajacob,
ni Benedetti al fin;
que han de haber conocido
tantas bellas personas (que les
inspiraron tantos buenos poemas),
ninguno, no, ninguno te conoció a ti,
así que
no supieron:
como gustan,
como mueven,
como llenan,
como fascinan,
como incitan,
como encienden,
como inspiran,
como es de hermoso saber
que uno tiene
en su vida
personas como tú.
Posdata:
Gracias, por ser, la que eres,
Gracias, por ser, como eres
Gracias, por ser tú y ser mi amiga
y merecerte esto palabra por palabra.
Por favor nunca cambies,
ni me dejes sin ti, amiga mía.
Jorge Líneya, Santiago de Cali, marzo 6 de 2010.
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