El pueblo palestino a través del
Presidente de la Autoridad Nacional Palestina(ANP) Mahmud Abbás, ha solicitado
a la Organización de Naciones Unidas, su reconocimiento como Estado es decir,
la existencia jurídico-política de esa nación para empezar a ser parte
formalmente de la llamada Comunidad Internacional, con la dignidad que
necesitan y se merecen como cualquier pueblo,
algo a lo que tienen derecho y que en sí mismo no es cualquier derecho, sino
uno fundamental y por tanto un derecho humano que como tal ni se
ruega, ni se mendiga, sino que se exige y se hace respetar ante cualquier
autoridad del mundo civilizado porque su reconocimiento está establecido en
normas internacionales mediante pactos, convenios o tratados entre los
Estados. Pero es precisamente el concepto de lo que es derecho lo que me
lleva a esta reflexión, inicialmente.
A cualquier estudiante en
cualquier Facultad de Derecho universitaria del mundo se le enseña un
concepto básico que atraviesa y sostiene el orden jurídico de cualquier país u
organización de países y es este: El derecho no es, en teoría, otra cosa que la
sistematización normativa de la razón, de la lógica y la racionalidad humanas,
para resolver objetivamente los conflictos que se puedan suscitar en una
sociedad, evitando el caos que nace de la imposición irracional,
unilateral y casi siempre violenta de la arbitrariedad, el capricho, y
las opiniones subjetivas de los individuos( materializada en la justicia
por mano propia, aquello que en derecho llamamos las vías de hecho). Así que el derecho
entendido como sistema jurídico, es
en síntesis el poder de la razón, o sea el poder de la lógica, el sentido
común, de la sensatez (lo que los romanos llamaron la “jurisprudentia”),
expresados orgánicamente en normas y leyes de obligatorio
cumplimiento: Tan obligatorias que de no obedecerse tales normas o leyes
“el” o “los” individuos infractores de las mismas, se verán abocados a
ser castigados según la naturaleza de la ley que infrinjan, así como
quien las cumple recibirá los beneficios de tal cumplimiento.
En el Derecho Interno (el que aplica
cada país a los individuos que lo habitan) y en el Derecho Internacional
(el que aplica una comunidad de naciones, jurídica y políticamente
constituidas, a cada Estado-miembro como individuo) se supone que el
anterior principio debe sustentar el orden jurídico, entendido como
conjunto de leyes sistematizadas que lo rigen. Pero en la practica en el mundo
real, en nuestro mundo moderno tan loable principio del PODER DE LA RAZÓN, no
deja de ser más que una declaración de muy buena factura y muy bien
intencionada filosofía que sirve para vendernos la idea a la mayoría, de que la
justicia representada por la idealísima figura de la Temis griega,convenientemente ciega pero no sorda, ni manca a la hora de medir a
todos los hombres por igual en su balanza(de manera objetiva), sin hacer
distinciones odiosas según quienes sean o lo que sean(en el mundo
del Olimpo la verdad eso nunca paso sino que lo diga Sócrates y en el
mundo de Cristo y Mahoma, pasa menos).
Cualquiera que lea este artículo si mira
a su alrededor en su país se dará perfecta cuenta que la ley y derecho (o
sea el Derecho Interno) pueden ser sinónimos de muchas cosas menos de justicia,
por que cuando la justicia la aplican hombres(hablo en términos de
especie y no de género), nada hay más corrupto que ellos teniendo el
poder de decidir, administrando la ley: Hombres estos que están poco
interesados en seguir los pasos de Temis, y terminan inclinando siempre
la balanza a favor del más fuerte contra el más débil, cuando “hacen justicia”.
En el derecho internacional la cosa no cambia y si cambia no es para mejorar.
La ONU, la OEA, LA OTAN creadas
para funcionar en ciertos casos como las TEMIS del mundo terminan
siendo meras mandaderas o cohonestadoras de las conductas inaceptables de
algunos de sus Estados miembros (los más poderosos obviamente), que aunque no
tienen la razón, sí tienen y les sobra el poder suficiente para imponer
su razón o sus razones y así invertir el sentido del derecho que entonces
resulta no será el poder de la
razón, sino la razón del poder y punto: razón que como tal no tiene que ser
“razonable” y mucho menos justa o legal.
Parar sustentar lo anterior veamos la
historia: Estados Unidos viola todos los derechos humanos a sus prisioneros de
guerra actualmente en Abu Grahib y en Guantánamo (lo dicen varias ONG) como lo
hizo en otros momentos del siglo pasado, pero se la pasa certificando a otras
naciones, exigiendo el respeto a esos derechos a sus gobiernos.
Igualmente ha invadido, ocupado, declarado guerras en nombre de la democracia,
la detención de la temida expansión comunista, la
lucha contra el terrorismo o simplemente por la legítima defensa de sus
intereses cualesquiera que estos sean: acciones estas desarrolladas
unilateralmente y desoyendo inclusive resoluciones de la ONU, el criterio de
países amigos, o la normatividad de la OEA: la invasión a Bahía Cochinos(aunque
fallida), la invasión de Grenada, y la de Panamá, la ultima
invasión a Afganistán, así como las guerras
de Vietnam, la segunda contra Irak, hablan de eso.
Pero igual los EE.UU. se la pasan exigiendo el cumplimiento de las leyes
internacionales a otros países que parecen carecer del derecho que ellos
se tienen permitido, de manera exclusiva y excluyente, para violar
las normas y el orden jurídico internacional como y cuando les parezca sin
recibir ninguna sanción por ello. Israel no es muy diferente de su
maestro norteño: las permanentes agresiones del Estado Israelí al pueblo
palestino y a su Autoridad lo demuestran. A esa particular conducta los Estados
Unidos y sus complacientes aliados y amigos (entre
ellos mi país) le llaman
PRAGMATISMO, lo cual no es otra cosa que un refrito filosófico que
hace actuar a las personas y Estados que lo profesan de la
forma útil y necesaria, sin preocuparse de si esa forma
es la éticamente debida. Antes se llamaba a tal pensamiento
maquiavelismo: maquiavelismo que no pocas veces toma visos de Fascismo cuando
se piensa que es "el fin el que justifica los medios". Y
a esto a lo que se enfrentan Mahmud Abbás y su pueblo: al cinismo y a la
hipocresía más degradantes y sistemáticas posibles de nuestros días, algo de lo
que los pueblos ya se están cansando, según se ve cundir en el mundo protestas
contra el Sistema en su conjunto (político, económico, legal) más que contra
los gobiernos (aunque la prensa diga lo contrario): las protestas, donde se
den, muestran falta de credibilidad de los pueblos en las instancias y
procesos legales propios, o internacionales, para lograr los cambios que se
requieren en una sociedad. Palestina todavía no se cansa del Sistema, cree tanto
en él que recurre a la ONU, pero también se puede hartar a larga de su
inutilidad.
Los Estados unidos han exigido a
Palestina, que negocié primero la paz con Israel, lo que se traduce en
pedirle al pueblo ocupado e invadido, que negocié el reconocimiento
y respeto de sus derechos con su invasor u ocupante y no sé qué tan razonable
sea ello, ¿pero qué tal si eso se le hubiese pedido digamos a
cualquier ciudadano de la Francia o la Polonia ocupadas por los Nazis en la
Segunda Guerra mundial? ¿Y si tal ciudadano fuera judío y como tal parte
de un mero pueblo sin suelo ni Estado propios, como lo fuera Israel
alguna vez, que tan justa sería tal exigencia?
El futuro de Palestina en la ONU no es
muy halagüeño pero puede suceder que los pueblos del mundo (no los
Estados)podamos hacernos oír con Palestina y dejemos claro que de lo que
sentimos y pensamos ni la ONU, ni la OTAN, ni la OEA, ni nuestros gobiernos
saben nada y que por tanto no nos representan siempre. Para ello hay medios:
medios pacíficos pero contundentes. Pero de eso ya hablaré. No estoy defendiendo una causa:
defiendo un derecho. Si yo hubiese existido como ciudadano en los tiempos del
último éxodo israelí, hacia la última Tierra Prometida, terminada la oprobiosa
y brutal Segunda Guerra Mundial, hubiese sido un defensor de su reclamo
de tierra y derechos. Hoy
Palestina es lo que ayer fue Israel. Y yo estoy hoy con Palestina.
Jorge Lineya
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