Y como duele Salvador tu sangre de
Mesías derramándose desde
los corazones de nuestros
bienaventurados.
Como duele Salvador tu
suplicio de mártir
sobre la cruz de fuego de
la guerra
a la que te han condenado
estos nuevos fariseos
de la doctrina de la
“National Security”.
No hay sangre más inocente
que la tuya,
ni más limpia, ni más
liberadora: cada gota
que cae, se vierte en la
copa para apurar
el trago amargo que se
bebe
nuestra América
en cada uno de sus hijos.
Tantos Judas que te
entregan a
estos nuevos verdugos por
unas monedas,
no alcanzarán para
sepultar cada una
de las piedras sobre las
que edificarás
y habitarás un día, lejos
de
la República del
Miedo.
Otra vez, Salvador, pasa
el cóndor
con su silente y
amargo vuelo en el ocaso,
otra vez sus alas le abren
la esperanza al Sur,
otra vez los brazos se
levantan
para erizar la tierra de
justicia,
otra vez las manos,
empuñando
para forjar los sueños,
los fusiles.
(Jorge Lineya, Santiago de
Cali 1985)
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