Una leve sonrisa se asoma
en tu rostro
siempre, y con ella te
abres hoy como
un girasol en medio de la
tarde, sobre
el anden que nos lleva a
cualquier parte.
Al tiempo se le enredan los
minutos
inevitablemente en el
cáliz de
tus labios abiertos, que
no esperan
nada a cambio de lo que
ofrecen.
El mesero te sirve el zumo
de naranja
en el cristal y a mí me
llega el café
en la porcelana: el viejo
sol relumbra
sobre tu piel como un
muchacho
codiciando tu sed,
mientras te bebes
con el agua y la fruta,
sorbo a sorbo, mi mirada.
Jorge Lineya, Santiago de
Cali 1998
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